Sonho de uma noite brasileira: Lula gana la elección, el bolsonarismo se consolida

Luego de una jornada electoral electrizante que le quitó el aliento a muchas personas más que las que habitan el país-continente, y con los resultados aún frescos, se abre un nuevo escenario para un Brasil que concentró más del 90% de sus preferencias en dos candidatos. Lula, candidato del Partido dos Trabalhadores (PT), cosechó el 48,43% de los votos y quedó muy cerca de una victoria en primera vuelta que requería el 50% más 1 voto. Bolsonaro, por su parte, reunió el 43,2%, varios puntos por encima de lo que las principales encuestadoras pronosticaban sobre su posible desempeño. De cara a la segunda vuelta del 30 de octubre, la principal democracia sudamericana es muestra de un clima de época que trasciende sus propias fronteras.

Por Mario Bedosti

La pantalla del celular enfrenta permanentes pedidos de actualización. Desde las 17 horas argentinas, cuando el Tribunal Superior Eleitoral comenzó a publicar los primeros datos, la ansiedad nos tomó por rehenes en la búsqueda de constatar qué tan cerca estábamos de los resultados que se venían pronosticando. Los primeros guarismos, sin embargo, ofrecieron un panorama sombrío para la izquierda brasileña. Fruto de una carga más veloz en los estados simpatizantes al bolsonarismo, el actual presidente de la República Federativa del Brasil, Jair Mesías Bolsonaro, mantuvo la hegemonía en el caudal de votos durante unas tres horas que parecieron eternas. “Lula pasó arriba”, pudimos whatsappearnos aliviades alrededor de las ocho de la noche. Faltaban, claro, los votos del nordeste que, por falta de infraestructura o por picardía, tardaban en llegar. “Tranquilo, faltan los votos de La Matanza” me escribía un amigo. Y llegaron nomás. Luiz Inácio Lula da Silva, dos veces presidente y primer obrero metalúrgico en detentar la primera magistratura, volvía a ganar la primera vuelta, por tercera vez en su vida política. No obstante, tanto el escaso punto y medio que selló el destino del balotaje, como el desempeño de la ultraderecha brasileña, entibiaron los festejos que tantes esperábamos con ansias.

Impreso el diario del lunes, tanto la imposibilidad de ganar en primera vuelta, como el porcentaje obtenido por Bolsonaro merecen ser observados por separado. El apoyo reunido por el PT se encuentra, a las claras, dentro de lo pronosticado por las últimas encuestas publicadas, que lo ubicaban entre el 48% y el 50% de la intención de voto. De hecho, el 48,43% que consiguió el domingo, es más alto que el 46,44% obtenido por Lula en la primera vuelta de 2002 y apenas por debajo del 48,61% cosechado en 2006. Guarismos sorprendentes para un candidato que fue escandalosamente encarcelado durante 580 días como fruto de un proceso judicial espurio apadrinado por el ahora Senador y entonces Juez Sergio Moro. Dieciséis años después de la elección de 2006, y contra persistentes intentos de desprestigio por parte de los poderes concentrados, Lula volvió a conseguir un apoyo apenas por debajo de la mitad de la sociedad brasileña. Algunes llaman a eso, nada más ni nada menos, que la memoria de un pueblo. En suma, y como dijo el mismo Lula, el hecho de que la victoria en primer turno haya sido esquiva no implica nada más que la necesidad de volver a las ruas a seguir conversando con les electores que faltaron.

Pabllo Vittar, una de las más populares cantantes brasileñas, emitiendo su voto a favor de Lula da Silva.

Fenómeno aparte es el del bolsonarismo y su vigencia. Demostrando una vez más que las encuestas electorales han devenido en instrumentos más que falibles (por decir algo), la distancia de más de nueve puntos porcentuales entre el 34% que arrojó el último sondeo de Datafolha y el 43,2% obtenido por el candidato del Partido Liberal ofrecen otra gama de matices sobre la realidad política brasileña. El actual presidente del Brasil llegó a la elección con más de un factor adverso: sin entrar en las profundas diferencias ideológicas que separan a quien escribe del pensamiento de quien habita el Palácio da Alvorada, un paupérrimo manejo de la pandemia, un claro retroceso de las condiciones de vida de la sociedad brasileña, su condición de pseudo-paria en el concierto internacional y el abroquelamiento de los sectores empresarios detrás de la candidatura de Lula, pintaban un escenario más que complejo para el candidato de la ultraderecha. Aún así, el PL y su coalición superaron cómodamente el 40% de las preferencias. Días atrás leía en Twitter especulaciones sobre cómo el “voto vergüenza” o “voto oculto” (entendido este como el fenómeno de aquelles electores que prefieren mantener en secreto su voto) potencialmente beneficiaría al PT. Todo parece indicar que en este caso, ocurrió exactamente lo contrario.

El más que significativo acompañamiento recibido por Bolsonaro puede leerse como un caso más de un clima de época. Alrededor del mundo, las derechas tradicionales languidecen frente a opciones radicalizadas que hasta hace no muchos años eran consideradas marginales. El caso del movimiento Make America Great Again (MAGA) de Trump se recorta como un espejo alarmante sobre el gigante sudamericano, y más allá. Eyectado de la Casa Blanca, la hegemonía del magnate estadounidense sobre el Partido Republicano está lejos de apagarse. Hambrientos, por ahora, miran los ojos de los Kast chilenos, de los Macri argentinos, de los Le Pen franceses. Más exitosa, celebra Giorgia Meloni y los Fratelli d’Italia, que preparan por estas horas la mudanza al Palazzo Chigi. El establishment brasileño, por su parte, observa ahora con horror el monstruo que ha ayudado tan felizmente a construir. Aún soltándole la mano, la criatura bolsonarista parece haberse emancipado de sus mecenas. Prueba de ello, además del caudal recolectado por Bolsonaro, es el magro 4,16% obtenido por Simone Tebet, candidata del MDB y representante de la derecha conservadora clásica. Al igual que en tantas partes del mundo, la derecha más tradicional ha perdido su apoyo, el cual ha migrado a la ultraderecha, a la cual tanto ayudaron a normalizar. Quizás ingenuamente (en el mejor de los casos), se ven prisioneros de un juego que ellos propusieron y que ahora los excede por completo.

Lo que viene: ganar y gobernar, que no son sinónimos

De cara a la segunda vuelta, a realizarse el domingo 30 de este mes, el PT comienza la carrera con una clara ventaja. La elección se definirá en gran medida por la migración de los votos de Tebet (4,16 % – MDB) y de Ciro Gomes (3,04% – PDT). Entre ambes candidates totalizan unos 8,5 millones de votos: la llave del Palácio do Planalto. Un cálculo de una cuenta amiga (de las pocas que quedan en la cloaca de Twitter), arroja que un 95% de los escenarios posibles son favorables a Lula. Algo así como decir que, con el acompañamiento del 20% de los votos de Tebet y el 30% de los votos de Gomes, un cuarto mandato del PT estaría asegurado. 

En términos de expectativas, el apoyo de Ciro Gomes a Lula es más que esperable. En cuanto a Tebet, la moneda parece estar en el aire. El lunes la candidata expresó que su decisión “ya está tomada» y que la expresará “en el momento adecuado”. Las líneas de comunicación entre las campañas petista y del MDB están abiertas y se evalúa el ofrecimiento de un ministerio a la ahora ex-candidata. Fiel a la tradición acomodaticia del centrão brasileño, Tebet y los suyos posiblemente terminarán obrando en función del escenario que lean más costo-efectivo. Mención aparte merecería la doble condición de garante de la gobernabilidad y factor de desestabilización que desempeñan estos partidos intermedios de ideología gelatinosa en la historia política del Brasil. Basta, a los efectos de esta nota, la acotación de que el MDB es el partido del expresidente Temer, vice de Dilma y a la vez cómplice de su destitución espuria. Podríamos ilustrar la cuestión recurriendo al dicho popular que dice que “cada quien elige su propio veneno”. Aunque, también es importante recordar que ninguna sustancia es un veneno per se, sino que la letalidad está dada por la dosis administrada.

Estimaciones realizadas por Henrique Fialho Barbosa, Licenciado en Relaciones Internacionales de la Universidade de Brasília.

Para concluir, y como recordaba ayer una compañera, una cosa son las elecciones y otra muy distinta es la proyección política del plan de gobierno del espacio que alcanza la victoria. De cara al balotaje, y relativizando el susto que sufrió ayer el PT, las perspectivas son más que prometedoras. Matemática y políticamente, Lula se encuentra mucho más cerca de ganar que Bolsonaro. Sin embargo, e incurriendo en el pecado de ombliguismo que nos caracteriza como argentines, resulta imposible no trazar un paralelismo con el caso del Frente de Todes. La construcción de alianzas amplias, abarcativas y lo más diversas posibles no es sólo un requisito táctico para ganar elecciones. Resulta, en un mundo cada vez más fragmentario y complejo, una cualidad indispensable para ejercer un gobierno representativo de grandes mayorías. Dicho esto, la administración de esas diversidades requiere a su vez de dos capacidades políticas que se retroalimentan pero no son lo mismo: la habilidad y la audacia. Habilidad para encontrar una serie de acuerdos mínimos que permitan compatibilizar a grandes rasgos la multiplicidad de intereses en pos de un bien común. Y audacia para ser capaces de recuperar la imaginación política, esto es, para poder proyectar un horizonte social que, sin perder la memoria, pueda recuperar la narrativa de un futuro común, arrebatándoselo a la ultraderecha que pugna por constituirse como único camino posible. Todo esto, y posiblemente mucho más requerirá Lula ante este nuevo desafío. Los ojos y las expectativas de millones de brasileñes y de latinoamericanes están depositados en sus espaldas. Estar a la altura es el imperativo. Pues los costos de una decepción serían, hoy más que nunca, incalculables.

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Mario Bedosti

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