Generación X y adultez mayor: resignificando la vejez

«Cambiar las políticas públicas para poder responder a una nueva realidad y asegurar el acceso universal a los servicios de salud es la prioridad para abordar las desigualdades que existen en los adultos mayores de hoy y futuros de la generación X. Actuar sobre los determinantes sociales y económicos reduce la dependencia, los estereotipos de edad, género y los riesgos a las enfermedades crónicas. Implica replantear los derechos basados en la edad, garantizar ingresos económicos que permitan disfrutar de una vida plena y el acceso a un sistema sanitario de calidad».

Por Vanesa Rosales de la Quintana*

La generación X está formada por las personas nacidas entre los años 1961 y 1981, se caracterizan por ser vanguardistas y con conciencia política, son la cohorte poblacional que está ingresando a la adultez mayor y están transformando el significado de la vejez. 
Vivieron sucesos históricos en la infancia y juventud que moldearon sus cualidades más relevantes. Crecieron en un periodo de agitación social, con inestabilidad política caracterizada por dictaduras militares y procesos hiperinflacionarios. La aparición del HIV en los años ochenta y noventa fue un hito que atravesó a esta generación. Gran parte de esta juventud se volvió social y políticamente consciente.

La generación X no experimentará la vejez como lo hicieron las anteriores. Las mujeres se incorporaron al mercado laboral a tempranas edades, representan una generación más educada que sus antecesoras, incorporaron a la tecnología como facilitador de las actividades diarias y continúan en la adultez con actividades de formación. El sistema de pensiones y los cuidados de salud son algunos de los desafíos que tendrán para el futuro. 

El aumento de la esperanza de vida y una mayor cantidad de longevos en el mundo están redefiniendo los roles y la imagen de las personas mayores.  El descenso de la fecundidad y la creciente participación de las mujeres en el mercado laboral implica para un futuro próximo, la disminución de la capacidad de brindar cuidados a los adultos mayores de la familia por parte del actor principal que ha desempeñado esta función históricamente, la mujer. Existe la creencia de que los sistemas de pensiones y de salud se verán comprometidos, en ese sentido el Banco Mundial impulsa en el informe “Edad de oro: Perspectivas para un envejecimiento saludable, activo y próspero” la prolongación de los años laborales y la reforma de los sistemas de pensiones, para alargar la edad jubilatoria. La mejor situación posible es permitirles elegir la permanencia o la retirada del mundo laboral, pero esta opción solo es viable si los haberes previsionales garantizan una forma digna y económicamente segura de vida, sino se les impone permanecer en el mercado laboral para no ser pobres.


El cuidado de las personas mayores de la familia deberá ser cubierto por las entidades sanitarias y gobiernos. El desarrollo de herramientas tecnológicas de autocuidado es uno de los objetivos principales para cubrir este rol. La población a medida que crece en edad se convierte en un motor para la innovación tecnológica y a su vez la tecnología cambia el significado de la vejez generando oportunidades para una salud constante, independencia y participación en todas las áreas de la vida. La facilidad para interaccionar con el entorno cercano y los cuidados de salud están cada vez más ligados a la tecnología. Se han desarrollado dispositivos para fomentar el cuidado domiciliario y la independencia. Sin embargo, el acceso a la tecnología es desigual y el mayor obstáculo para que se convierta en un beneficio universal es la disponibilidad y la asequibilidad económica.
 
En el pasado, las personas mayores tenían un nivel educativo más bajo, fruto de las desigualdades de acceso a la educación que este grupo poblacional experimentó en su formación. Con las décadas esta situación cambió, lo demuestra la disminución del porcentaje de analfabetismo en las personas mayores en Latinoamérica, sobre todo en las mujeres. Son cohortes más educadas y lo serán aún más en las siguientes, porque disfrutaron de un mayor acceso a la educación formal cuando eran jóvenes o tuvieron una alfabetización más tardía gracias a los programas de alfabetización puestos en marcha en toda América Latina y el Caribe. No obstante, las desigualdades económicas y de género que afectan a las personas mayores por la falta de reconocimiento de su participación activa en la economía de la familia y los menores ingresos económicos en sus tareas permean estos avances, y la reducción de esas brechas se verán en varias décadas más. 

La OMS en el informe mundial sobre el envejecimiento y salud del año 2015, hace referencia al aprender como uno de los dominios clave para mantener la capacidad funcional de las personas mayores. Se trata de una capacidad fundamental para que puedan hacer las cosas que valoran y forma parte de un envejecimiento saludable. Para alcanzarlo, las políticas públicas tienen que promover el aprender a lo largo de toda la vida. Las instituciones tendrán que adaptarse a los cambios culturales inherentes de las nuevas generaciones de mayores que se aproximan, las vidas serán más dinámicas y variadas, las personas mayores continuarán aprendiendo y el contraste entre los grupos de edad y género será menos marcado ya que las interacciones constantes en los procesos educativos romperán los estereotipos.

Cambiar las políticas públicas para poder responder a una nueva realidad y asegurar el acceso universal a los servicios de salud es la prioridad para abordar las desigualdades que existen en los adultos mayores de hoy y futuros de la generación X. Actuar sobre los determinantes sociales y económicos reduce la dependencia, los estereotipos de edad, género y los riesgos a las enfermedades crónicas. Implica replantear los derechos basados en la edad, garantizar ingresos económicos que permitan disfrutar de una vida plena y el acceso a un sistema sanitario de calidad.

*Médica de familia. Especialista en envejecimiento activo y saludable del adulto mayor. UNDAV.  Auditora de servicios de salud. UBA

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