Colombia en alerta roja: Crónica de un estallido anunciado

La lucha popular que hoy vive el país no es más que el resultado de años de desigualdad social, y el punto de quiebre de una sociedad que históricamente ha naturalizado la violencia, por las configuraciones propias de un conflicto interno entre guerrilla, narcotráfico y Estado que hoy toca su punto más álgido de clamor social. En el presente el gobierno neoliberal colombiano se enfrenta con una sociedad cansada, pero también más informada y en vías de construcción de un pensamiento crítico y  colectivo, que elige ponerse en pie de lucha.

Por Diana Ceballos*

Colombia atraviesa jornadas de marchas multitudinarias en contra del gobierno de Iván Duque,  que se ha caracterizado por implementar  políticas neoliberales al servicio de los poderosos y que ha recrudecido la desigualdad social que vive el país desde que se tiene memoria. La consigna principal de las movilizaciones es impedir la reforma tributaria que Duque intenta impulsar, pero el país vive además desde hace décadas bajo el gobierno de una derecha extrema que se ha caracterizado por el asesinato sistemático de líderes y lideresas políticas y sociales, el olvido de las campesinas y campesinos, la presencia militar  de EEUU  en el pais y la represión de las fuerzas armadas en campos y ciudades. En suma, una sucesión de gobiernos signados por genocidios, masacres, racismo y homofobia. Para colmo de males, la sociedad colombiana se enfrenta ahora a la falta de políticas públicas que brinden garantías ante el confinamiento debido a la pandemia de Covid-19. 

La “necesidad” planteada por el gobierno es recaudar cerca de 23 billones de pesos colombianos (US$ 6.300 millones), pero claro, las protestas comenzaron porque el pueblo colombiano rechaza el lugar del que quieren sacarlo. Esta derecha que gobierna el país desde hace parece ya no tener ningún escrúpulo, tal como lo exhibió el ministro de Hacienda colombiano, Alberto Carrasquilla: «El recaudo vendrá en un 73% de las personas naturales y el resto, de las empresas». Proponían para ello el cobro del impuesto a la renta a personas que ganen un sueldo mensual de más de US$663, en un país donde el salario mínimo es de US$234; imponer el cobro del IVA que en Colombia llega a un 19% a productos de consumo básico como los servicios públicos (agua, luz y gas), servicios funerarios, objetos electrónicos como computadores, y otros servicios hasta ahora exentos. 

La lucha popular que hoy vive el país no es más que el resultado de años de desigualdad social, y el punto de quiebre de una sociedad que históricamente ha naturalizado la violencia, por las configuraciones propias de un conflicto interno entre guerrilla, narcotráfico y Estado que hoy toca su punto más álgido de clamor social. En el presente el gobierno neoliberal colombiano se enfrenta con una sociedad cansada, pero también más informada y en vías de construcción de un pensamiento crítico y  colectivo, que elige ponerse en pie de lucha.

Este domingo por la noche el presidente colombiano anunció el retiro del proyecto de reforma tributaria presentado al Congreso, y en la mañana del lunes renunció el Ministro de Hacienda. Sin embargo, el paro continúa porque el gobierno insiste en la necesidad de una reforma y planea radicar un nuevo proyecto en consenso con los gremios, la Andi (grandes empresarios) y los partidos, dejando por fuera a  las organizaciones sociales, los sindicatos, las pequeñas y medianas empresas así como también a los ciudadanos de a pie. Además de una reforma al sistema sanitario  que tiene como objetivo la mercantilización total de este derecho en tiempos donde el acceso público a la salud es deplorable. Los muertos que ha dejado la represión en las manifestaciones actuales también son motivo de lucha, por eso el pueblo sigue de pie hoy más que nunca, porque la discusión de fondo es si un país puede continuar a merced de un gobierno corrupto con un claro desinterés popular. 

 Y un día todo comienza

Brayan se levantó a las 8 de la mañana. Las mujeres de la casa están preparando los almuerzos que van a repartir al mediodía a los vecinos del barrio. Es que desde hace un año la casa es un comedor comunitario que alimenta al menos a 80 personas por día. Entre ellas se encuentra una familia de venezolanos que llegó a Cali en 2018, y que desde que comenzó la pandemia cuelga una bandera roja en su ventana, porque ahora las casas que atraviesan necesidades humanitarias extremas son marcadas de esa forma. El barrio está lleno de banderas.

Brayan dejó el colegio hace unos años para acompañar a doña Martha, su mamá, a trabajar en el centro: cigarrillos, snacks, cualquier cosa que pueda venderse en la calle. En su casa viven 7 personas más. El tío Luis Carlos trabaja de vigilante desde hace 20 años en la misma cadena de supermercados, y desde hace 7 años que además es mototaxista por las noches, porque eliminaron las horas extra y el sueldo dejó de alcanzarle. Con ellos vive también su hermana, la Negra, con su hijo de 2 años. La Negra no sale de la casa pero le hace las uñas a las vecinas del barrio y con eso junta plata para los pañales de su bebé. Ella es madre soltera; al papá del niño lo mataron hace un año y ella no quiere dejarlo solo para evitar que siga el mismo destino que su padre. En la casa de Brayan vive también Carmen, la hermana menor de doña Martha, con sus dos hijas de 14 y 16 años. Carmen lava ropa en casas y le dan unos pesos a cambio; tiene las manos cada vez más lastimadas, pero ante la ausencia del Estado y un mercado laboral desgastado, no tiene otras alternativas viables. Por supuesto, vive también allí la abuela Chela, dueña de la casa y quien que pone orden cuando la cosa se descontrola. 

Nadie terminó el bachillerato, nadie tiene un trabajo formal (salvo el tío Luis Carlos que tuvo suerte), porque ¿quién va a contratar a alguien sin estudios y proveniente de un barrio tan caliente? La familia sobrevive como puede.

Hoy el barrio está distinto, se siente en el ambiente una energía rara: desde que empezó la pandemia y se prohibió la circulación todos se quedaron sin el sustento diario. Sin embargo, las mujeres de la casa se organizaron para recoger alimentos y medicamentos. Lideradas por doña Martha, lograron conseguir que diferentes personalidades de la política y el empresariado les lleven periódicamente ingredientes para preparar comida, y con eso resolver al menos una comida del día. Pero hoy es distinto, hoy no solo entregan los almuerzos sino que se organizan: a qué hora van a salir, quiénes y desde dónde. Llegó el momento y la situación es insostenible.

Mientras almuerzan, Brayan dice no entender muy bien qué pasa, aunque la realidad es que desde hace semanas que escucha a doña Martha quejarse porque cada vez hay más gente por alimentar y la comida que llega no alcanza. Hace unos días Chela se está sintiendo mal: la matrona de la casa está sin energía incluso para regañar. Cuando fueron al centro de salud del barrio ni siquiera la dejaron pasar porque no entraba una aguja más. Brayan dice no entender porque hablan de IVA y Reforma y esos son términos que él no sabe explicar, pero sí tiene claro que nunca vivió algo igual y que desde hace un tiempo que ve a su familia luchar. 

Ese día Brayan salió igual y en la calle se encontró con miles de personas, todes con un clamor sinigual ¡ABAJO LA REFORMA, PARO NACIONAL YA!

* Colombiana, migrante en Buenos Aires desde el 2010

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Círculo Ecuador

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