Medicinal, industrial, recreativa: legalicemos ya la marihuana

Fue un segundo de aplausos súbitamente apagados. Un arranque de emoción que se cortó bruscamente, casi como un paso de comedia donde la alegría se torna pesadumbre ante una respuesta no esperada. Ante los importantes anuncios y los enfrentamientos impostergables ante las corporaciones mediáticas, empresariales y judiciales; no fue ésta una de las partes del discurso presidencial más retomadas. Pero al vernos hoy ante un nuevo avance en nuestro continente de la legalización de la marihuana para uso recreativo, es necesario volver a lo dicho por Alberto Fernández en el Congreso para repensar la propuesta que desde el Frente de Todes daremos a un tema que se torna hoy trascendental.    

El dato apareció como parte del anuncio de los 6 proyectos de ley que presentará el oficialismo “destinados a dinamizar la estructura de crecimiento que abordan nuevos desafíos tecnológicos y productivos”. Fue entonces cuando Alberto indicó que “el cannabis tiene propiedades de gran utilidad con fines medicinales e industriales, la industria mundial del cannabis medicinal triplicará su volumen de negocios en los próximos 5 años”. Fue allí cuando se escucharon algunos aplausos y efusividades, que bien pronto serían acallados. “El proyecto prevé la utilización del cultivo exclusivamente con fines de industrialización para uso medicinal e industrial”, cerró Alberto. El silencio envolvió entonces a la Cámara de Diputados, ante un anuncio que se creía posible y que no terminó de llegar.

Sin embargo, la cuestión empeoró un rato después cuando el cannabis reaparecería en el discurso, en una faceta sumamente estigmatizadora. “En la política de drogas priorizamos la desarticulación de las organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico y no la política de persecución del consumo que regía previamente. Incrementamos un 40 % el decomiso de kilos de marihuana respecto de 2019”, indicó el Presidente. De un modo inverosímil, fue la única “droga” de la que se detalló algún decomiso durante la nueva gestión, fortaleciendo la criminalización sobre su consumo recreativo.

Estamos ante una disyuntiva clave, de la que sólo podemos salir hacia adelante. Es tiempo ya de dejar atrás los criterios penalizadores y criminalizantes ante el consumo del cannabis. Esta planta -de la que ya se reconocen abiertamente sus propiedades medicinales y tenemos gracias a esta nueva gestión gubernamental una reglamentación de la Ley que respeta las necesidades de sus usuaries- demuestra en algunos de sus usos recreativos un perjuicio a la salud muchísimo más leve que el de otras “drogas” legales como el cigarrillo y el alcohol; contemplando incluso que en otros modos de consumo no hay evidencia científica sobre un impacto negativo a la salud. Se debe avanzar en el derecho privado al consumo de una sustancia que desde miles de años la humanidad ha sabido disfrutar.

En estrecha relación con la voluntad de incrementar la utilización del cannabis con fines “medicinales e industriales”, sería un grave error continuar penalizando el consumo recreativo. Teniendo en cuenta que es una industria millonaria que no para de florecer en todo el mundo y podría significar la posibilidad de un enriquecimiento productivo para miles de campesines en todo nuestro país. Así, podríamos ofrecer no sólo un cultivo altamente rentable para sus productores en muchísimas zonas de la Argentina, sino también intervenir en ese mercado para evitar que sea tan sólo otra faceta del enriquecimiento de un sector privilegiado (como ocurre hoy en la Provincia de Jujuy con el hijo del Gobernador y carcelero de Milagro Sala). Tanto las experiencias de Clubes de cultivo en otros países, como la priorización de algunas poblaciones para llevar adelante esta producción, nos dan las herramientas para consolidar un mercado y construir un sistema productivo que beneficie tanto a les que menos tienen, como a quienes vienen produciendo desde hace años y poseen un conocimiento cabal adquirido. El proyecto de legalización del uso medicinal en la Provincia de Buenos Aires toma muy en cuenta estos criterios, es necesario sin embargo dar un paso más y legalizar el consumo recreativo. 

México: la legalización del mercado más grande del mundo  

En la noche de ayer la Cámara de Diputados de la nación americana aprobó un proyecto de legalización que “permitiría a los usuarios fumar marihuana y, con un permiso, cultivar un pequeño número de plantas de cannabis en casa. También otorgaría licencias a los productores —desde pequeños agricultores hasta productores comerciales— para cultivar y vender la cosecha”, indica el New York Times en un artículo sumamente optimista con la medida. No tanto por posibles valores progresistas del tabloide yanqui, sino más bien por el enorme mercado que está a punto de legalizarse. 

“Con más de 120 millones de personas, México representaría el mayor mercado de marihuana del mundo por población. El cultivo podría convertirse en un gran negocio en México, un potencial impulso financiero para una economía muy golpeada por la crisis del coronavirus”, indica el diario. Sin embargo, se hace eco de algunas protestas de activistas, quienes “temen que la ley favorezca excesivamente a las grandes empresas, que podrían obtener lo que el proyecto de ley denomina “licencia integral”, dándoles acceso a toda la cadena de suministro de la marihuana, desde la semilla hasta la venta, mientras que deja a los pequeños productores y vendedores fuera del lucrativo mercado”.

El proyecto de ley en México permitiría a los consumidores individuales llevar hasta 28 gramos de marihuana y cultivar seis plantas de cannabis en casa. El cannabis también podría ser adquirido por los mayores de 18 años en negocios autorizados, y cultivado a mayor escala por grupos con licencia.

Algo interesante a retomar es que el proyecto de ley “establece que los pequeños agricultores y los indígenas tengan prioridad en la concesión de licencias, pero solo estipula que estos grupos vulnerables pueden recibir más de una licencia”. Aunque “sin políticas estatales adicionales para hacer frente a la delincuencia organizada tales iniciativas bien intencionadas pueden ser incapaces de tener un impacto significativo para los agricultores en las regiones controladas por los cárteles”. Como sea, es fundamental impulsar dentro de los proyectos de legalización cláusulas que imposibiliten acaparar este mercado a las grandes empresas y la industria farmacéutica.

Un cambio urgente de paradigma

Lo notorio de la nueva era que se abre tras el fracaso rotundo de la “guerra contra las drogas” y el enorme gasto fiscal que significa para los países de Nuestramérica para costear tanto la persecución como la judicialización, es la aceptación ya mayoritaria de una necesidad de un nuevo paradigma. Esos aplausos en el Congreso argentino que suponían un proyecto de ley que no llegó, dan cuenta de una sociedad que ya está madura para afrontar una discusión en serio sobre el uso de la marihuana. Que ya aceptó su aplicación medicinal, que ya no cree en aquellas teorías de “Flecos y Males” que sostenían la destrucción de miles de neuronas cada vez que nos fumábamos un porro.     

El discurso en los medios ha cambiado, y ya es un sector minoritario el que sigue juzgando el consumo recreativo. Son tan sólo los Feinmann de la vida quienes con sus miradas retrogradas intentan sostener paradigmas del pasado. Si hasta la pantalla hegemónica para el consumo audiovisual, Netflix, ofrece en estos días un documental sumamente interesante para repensar el tema. Se llama “Grass Is Greener”, y demuestra cómo la persecución contra la marihuana fue también pretexto para el genocidio racial que aún perpetúa la sociedad norteamericana. Y cómo ése modelo fue luego exportado a todo el mundo (como tantas otras pautas culturales del imperio aún vigente) y son la base de su utilización política para el control de quienes deciden oponerse o intentan habitar en disidencia sus márgenes. 

Es una necesidad hoy la legalización para impedir que miles de pibas y pibes de nuestro país continúen detenidos, o se encuentren a merced de oscuros policías que aprovechan la posesión de marihuana para violentarles o coimearles, o las más diversas personas que deben ocultar su consumo ante el riesgo de perder trabajos o ser escrachadas públicamente. Y también es necesario terminar con el doble estándar en que un sector rico y beneficiado puede disfrutar de un porro cuando le plazca, mientras que los sectores populares son las víctimas privilegiadas de un sistema judicial y de una estructura persecutoria  que justifican sus salarios persiguiéndoles y encarcelándoles.

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Círculo Ecuador

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