Foucault: el lugar de la libertad dentro de los condicionantes de la historia

Entrevista a Gabriela D’Odorico, coordinadora de Utopías biopolíticas, libro publicado por Ediciones Godot que busca desde el pensamiento de Michel Foucault leer, reflexionar y discutir la filosofía política contemporánea. “La discusión sobre el cuerpo como una materialidad dada fue un tema importante de la tradición foucaultiana, obligó a deconstruir viejos cánones respecto de la sexualidad, la belleza, la fortaleza, el vigor, la juventud o la salud”.

Círculo Ecuador: ¿Cómo surge el libro, qué les convocó a su escritura?

Gabriela D’Odorico: Ante todo me gustaría decir que somos un grupo de docentes y estudiantes de ciencias sociales y humanidades que nos empezamos a reunir, desde hace unos diez años, a leer, reflexionar y discutir filosofía política contemporánea. Desde el comienzo nos entusiasmó pensar colectivamente un presente a ser transformado, tener un espacio de reflexión libre, sumándonos a esa dinámica tan potente de los grupos de estudio que tienen un lugar en la historia del pensamiento político, grupos no constreñidos por mandatos de la acreditación. Desde ese momento inicial nos acompañó la idea de publicar nuestras reflexiones colectivas. Con esta aclaración que creemos muy significativa nos reunimos semanalmente durante un tiempo largo, luego el grupo se fue ampliando con profesionales y docentes de otras disciplinas. Los últimos años organizamos encuentros mensuales abiertos a la comunidad porque contamos con el espacio del Instituto “Gino Germani” de la Universidad de Buenos Aires donde inscribimos algunas actividades del grupo. Siempre nos apoyamos en lecturas contemporáneas para pensar y ponerle palabras a eso que “nos pasa” como sociedad, complejizar problemas filosóficos, esforzarnos por generar nuevos interrogantes sobre lo que acontece. La idea de una publicación colectiva fue teniendo forma con las intervenciones de participantes interesados en nuestros encuentros abiertos. Esa interacción mantuvo vivo el deseo de continuar pensando juntos durante años. Quienes participaron de los encuentros abiertos están presentes en este libro, son una parte importante de los escritos, están permanentemente evocados y dialogando con el grupo, aunque no necesariamente firmen textos propios.

CE: ¿Por qué pueden analizarse los textos de Foucault como posibles “exaltadores” de lecturas que apuestan a la transformación, según indica en el prólogo?

GDO: Desde el comienzo Foucault fue el autor “con” el que todos queríamos pensar, nos transmitió el entusiasmo por la temática del poder, la verdad, la locura, la sexualidad. Aprendimos con él a preguntarnos sobre nuestra contemporaneidad, a trabajar sobre el presente como un problema. Sus escritos fueron algo así como un lugar de encuentro, un espacio textual que convocaba lectores con intereses de los más diversos, cuestión que también nos interesaba que ocurriera. Nuestra motivación para pensar “con” Foucault nos puso en sintonía con una buena cantidad de escritores contemporáneos que revisan el devenir del poder, los procesos subjetivos del nuevo escenario tecnológico, los modos de vida que el tecnocapitalismo nos propone. Hay una especie de corriente que podríamos denominar de “pensamiento foucaultiano” no solo originada en Francia y en Italia sino con interesantes producciones desde nuestra región latinoamericana. Fueron también estas lecturas las que nos hicieron estar atentos en no quedarnos solo en la exégesis, en un trabajo de interpretación textual que, antes que enseñarnos a pensar, transforme a Foucault en un objeto de estudio más para la academia. A veces, bromeando, decimos que Foucault fue la excusa, por cierto convocante, para que personas incluso desconocidas nos juntáramos a pensar. Sin embargo, sin el recorrido que proponen sus libros, nuestras preguntas y nuestros escritos hubieran sido definitivamente otros.

CE: ¿Cómo podemos pensar estas “utopías biopolíticas” ante el nuevo escenario abierto por la pandemia que transitamos?

GDO: Entendemos que desentrañar el funcionamiento del poder tecnocapitalista lleva a revisar las supuestas “utopías” para una vida feliz, segura y libre que ese poder nos viene proponiendo desde hace una décadas. Ese movimiento de revisión implica detenerse en el modo en que se ha entendido la política en las últimas décadas, involucra examinar prácticas artísticas y políticas que consideramos disruptivas, nos desafía a generar un pensamiento para la transformación. Embarcados en esas revisiones la situación en la que nos colocó la pandemia nos mostró varias dimensiones de esas “utopías biopolíticas”, de esas formas de administrar la vida de la población centradas en ideales como el placer del consumo y la libertad individual. El afianzamiento del ideal de un individuo libre para el consumo se advirtió, en plena pandemia, en la presentación de la virtualidad como llave para resolver todos los problemas, sin dejar tiempo y lugar para la reflexión acerca de lo que ocurría, sin habilitar formas más colaborativas y solidarias de respuesta. Eso puede explicar, en parte, la velocidad y hasta la “simpleza” con la que ocurrió ese pasaje a la virtualidad, el aprendizaje veloz en el uso de plataformas y hasta cierto entusiasmo con los encuentros virtuales. El fenómeno de la educación en pandemia sirve para pensar esas utopías, pone a la vista una serie de discusiones sobre la tecnología que recién están comenzando. La pandemia es, ante todo, un fenómeno político que aceleró algunas de esas utopías del poder que describimos en el libro, las hizo realidad en varios aspectos de nuestra vida laboral, social y económica. Con ello estamos ante la inédita oportunidad de contrastarlas con el patente aumento de la desigualdad, el mayor empobrecimiento de los sectores populares, la muerte de poblaciones más vulneradas y la obstaculización de luchas emancipatorias como las iniciadas en Chile a fines de 2019. Las utopías biopolíticas que prometían el consumo de una biomedicina para la mejora de la calidad de vida, la longevidad, la belleza corporal, el trabajo placentero y la tecnologización del hábitat, parecen resquebrajarse frente a tratamientos y vacunas contra la COVID-19 en manos del libre mercado: enfermedad y muerte para los pobres, privilegios para las poblaciones productivas, más beneficios para regiones y países dominantes, más negocios y enriquecimiento para unos pocos. Y aunque en esas utopías de gobierno dominantes no se contemplen ni difundan, los vínculos de mutuo sostenimiento entre los cuerpos y las formas colaborativas fueron las que permitieron enfrentar la pandemia en los sectores populares, por supuesto pagando el alto costo de la enfermedad y la muerte

CE: ¿Cómo impacta hoy una relectura foucaultiana de la tecnologización de la vida ante el mayor control que en nuestro presente propicia?

GDO: Foucault nos dio herramientas para pensar, problematizar aspectos del orden cotidiano, encontrar en prácticas de la intimidad viejas preguntas de la filosofía, reconstruir los problemas que nos trae el devenir tecnocientífico. Con el acontecimiento de la pandemia fue sorprendente advertir una primera reacción que fue la altísima obediencia a nuevos modos de trabajo, subordinación a la tecnología, resignación frente a la automatización. Impresiona la aceleración que impuso la virtualidad, arrasando con los tiempos demorados de la reflexión y de la escritura, la aparente imposibilidad de una suspensión que permitiría la apertura hacia otras temporalidades: la de la creación artística, la acción política o la intervención performática, entre otras. Esa aceleración, sin embargo, fue solo un momento inicial del acontecimiento de la pandemia. La relectura foucaultiana nos permite encontrar diferentes racionalidades, lógicas de desarrollo: la liberal, la capitalista, la tecnocientífica o la gubernamental. Ellas pueden confluir o no, encabalgarse y distanciarse, armonizar o entrar en colisión entre sí. Poder distinguir esas lógicas diferenciadas nos ayuda a no dejarnos vencer por un pensamiento determinista o que claudica frente al alto condicionamiento. Foucault nos enseña el lugar de la libertad dentro de los condicionantes de la historia, nos ayuda a demorarnos en el pensamiento lo cual ya es una irreverencia; eso nos inyecta algún optimismo y nos pone en el camino de discutir una automatización de la vida que se nos presenta como inevitable.

CE: ¿Cómo podemos repensar desde la biopolítica les nueves cuerpes que hoy habitamos en nuestras sociedades?

GDO: La discusión sobre el cuerpo como una materialidad dada fue un tema importante de la tradición foucaultiana, obligó a deconstruir viejos cánones respecto de la sexualidad, la belleza, la fortaleza, el vigor, la juventud o la salud. Estas cuestiones llevaron a discutir la idea del cuerpo como algo dado. Por el contrario, alentaron a pensar en corporalidades entramadas que se afectan, se apoyan y asisten, que mutan en las interrelacione, que devienen otras en las redes de sostenimiento. Muchas cuestiones de género, de corporalidades hoy denominadas “disidentes” pueden ser leídas en esta clave, encuentran en los desarrollos de Foucault avances de importancia para reflexionar sobre el canon occidental y sus consecuencias sobre la educación, la familia, la formación profesional y la división del trabajo. De todos modos el nuevo desafío del siglo XXI es el de reflexionar sobre la relación entre cuerpos y tecnología. Ya no podemos pensar las nuevas producciones tecnológicas únicamente en términos de prótesis, es decir, extensiones de nuestra corporalidad que accionamos para intervenir en nuestro entorno “natural”. En primer lugar porque el entorno ya está tecnologizado, la naturaleza es producida y reproducida histórica y tecnológicamente, cuestión que por cierto se vio acelerada en las últimas décadas. Las investigaciones acerca de la inteligencia artificial muestran cómo los sistemas informáticos y algorítmicos toman mejores decisiones prácticas que nosotros porque pueden analizar un número indefinido de posibilidades, por cierto vedadas para la finitud de las capacidades humanas. Son conocidos los ejemplos que dan cuenta de esta situación: en 1997 la máquina venció al campeón de ajedrez, en 2016 la máquina se impuso en el más complejo juego de Go. Si la tecnología no es una mera extensión de nuestro cuerpo ¿cómo volver a pensar las nociones de humanidad, de cuerpo, de máquina? ¿Cuánto nos ayudan a pensar las nociones de hibridación entre humano y máquina o el neologismo “transhumano”? Ese pensamiento, ante todo político, es uno de los desafíos que nos está planteando el nuevo siglo.

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Círculo Ecuador

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