Con lágrimas en los ojos y mucho sueño nos seguimos mensajeando, agradeciendo, abrazándonos, amándonos. No terminó durmiendo ninguna: pegadas a la pantalla de callao, a la tele, a la compu. «¿Quién nos duerme ahora?». Nadie. Nadie nos puede dormir de este sueño inmenso que nos construimos día a día para transformar todo y más.
Los feminismos son un viaje de ida, y cuando una compañera, une compañere, te invita a subirte no hay vuelta atrás. Arranca este camino largo, larguísimo, que tiene añares de lucha, de batalla, de injusticias, de dolores, de impotencias, pero también de victorias. Y cuando la victoria del deseo llega no hay manera de frenar la fuega. Esa sensación inmensa de sentirse parte y protagonista de algo tan valiente como pelear contra el patriarcado, recorre las pieles que habitamos, brota en llanto, se funde en abrazo.
Los feminismos tenemos una potencia histórica que no tiene parangón con ninguna otra experiencia política social. Con sus disidencias internas, su amplitud incontrolable, su interpelación masiva, nuestro movimiento logra develar la profundidad de sintetizar lo personal y lo político en demandas que suponen la inclusión de todas aquellas opresiones que el sistema patriarcal-capitalista-colonial nos impone.
No existe contradicción principal alguna en un movimiento que comprende profundamente que las intersecciones que nos atraviesan nos empujan a pensarnos en la diversidad, a pensarnos en interrelación. Con nosotras, con nosotres, con nosotros, con los pueblos, con la Historia, con el Estado, con el Ambiente. Estamos dispuestas a transformarlo todo, y en eso no tenemos techo, solamente impulsos de fuerza que vamos aprendiendo cómo canalizar, politizar, volver agenda, volver movimiento. Un movimiento que atenta, desde sus prácticas y teorías mismas, contra las jerarquías, la exclusión, la subordinación.
2015 marcó un punto de inflexión en muchísimas de nosotras, y es evidente que en nuestra sociedad toda. Pero esa primer marea, que se alza como ola verde en los años venideros, no es otra cosa que la lucha incesable de compañeras históricas que con viento en contra se bancaron todas: Nelly Minyersky, Dora Barrancos, Lohana Berkins, Diana Sacayán, para nombrar tan solo algunas. Algunas muy viejas, otras no tanto, algunas que ya no están producto de las injusticias que queremos combatir. Todas aquellas, las que conocemos, las que no, las que se pararon en el 84 a pedir Aborto Legal, las que convocaron a un primer Encuentro, las que con muchísimo valor armaron la Campaña, las que pelearon por sus identidades y derechos. Cada una de nosotras somos una parte de todas esas compañeras que nos marcaron el camino, y que con mucha sororidad nos dejaron ser protagonistas, hermanas y compañeras en ese tránsito. No nos queda más que agradecerles con lágrimas en los ojos la inmensidad con la que construyeron nuestra historia feminista.
Las palabras sobran y faltan al mismo tiempo, resulta difícil escribir con tanto encima, después de tanta espera, después de tantas pibas que no pudieron decidir, después de tanto dinosaurio queriendonos voltear. Gracias a las pibas por bancar siempre, gracias a cada una de nosotras, de nosotres, a las feministas de siempre, a las feministas de hace muy poco, a los colectivos de diversidad sexual que nos siguen impulsando a romper estructuras y cuestionar lo que hasta a nosotras se nos hace carne, gracias a la Campaña por ponerse al hombro el futuro de todas y todes.
Esto recién empieza, tendremos que pelear para que el Aborto sea aplicado en cada punto del país, para que nuestros cuerpos sean respetados, para convencer y convencernos que esta victoria es un quiebre fundamental y profundísimo en los vestigios más oscuros del patriarcado. Decidir, desear, desbiologizar, desencializar nuestros cuerpos impuestos a maternar, convertirnos en sujetas políticas. Feliz ley para todas y todes les que hoy hicimos historia.
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