Por Mario Bedosti
Mientras se escriben estas líneas frenéticas, el país que (aún hoy) concentra el mayor poderío geopolítico se encuentras eligiendo presidente para los próximos cuatro años. Sin poder, ni pretender, abundar en todos los detalles, vamos a clarificar y tratar de ordenar algunas ideas sueltas para entender qué está pasando, por qué y cuál es su relevancia para el propio Estados Unidos, nuestra región, y el mundo.
¿Qué están votando les estadounidenses y cómo viene la mano?
Si te interesan las elecciones, a estas alturas ya sabés que en los Estados Unidos las elecciones presidenciales son indirectas. Cada estado de la unión vota una cantidad de electores que depende de su tamaño poblacional. Esto quiere decir que tranquilamente se puede llegar a la Casa Blanca sin haber obtenido el mayor número de votos ciudadanos (de hecho, en 2016 Hillary obtuvo casi 3 millones de votos más que Trump). Para ganar, un candidato debe conseguir para sí 270 electores del colegio electoral. El otro punto importante es que el partido que obtenga más apoyo en un estado, se lleva todos los electores de esa jurisdicción[1]. Sí, acá no hay proporcionalidad que valga: el partido que saca más votos en un estado, se lleva todo.
En paralelo, el país renueva la totalidad de la Cámara de Representantes (el equivalente de nuestra Cámara de Diputados), y un tercio del Senado. Si no hay sorpresas, cosa que no podemos garantizar de modo alguno, el partido Demócrata retendrá el control de la Cámara de Representantes mientras que los republicanos seguirán siendo mayoría en el Senado. Si quieren conocer más en detalle el sistema electoral estadounidense, les dejó acá una nota muy buena de Martín Schapiro.
Dicho esto, ¿dónde estamos parades siendo casi el mediodía de Argentina? Biden (Partido Demócrata) tiene embolsados 253 electores, mientras que Trump (Partido Republicano) contabiliza 214. Como ya dijimos, el primero que llega a 270 se declara ganador. En el portal del New York Times pueden ver cómo se colorea el mapa de los estados en tiempo real. En total, falta definirse el voto de 6 distritos: Pennsylvania (20 electores), Carolina del Norte (15), Georgia (16), Alaska (3), Arizona (11) y Nevada (6). Si hacemos las cuentas, vemos que Biden cuenta con ventaja provisoria: al sólo faltarle 17 electores, puede convertirse en presidente ganando en Pennsylvania, o bien en varias combinaciones de otros dos estados (por ejemplo, y lo más factible si miramos las tendencias actuales, ganando en Arizona y Nevada). Trump, por su parte, necesita sumar 56 electores, con lo cual, no tiene alternativa para quedarse en la Casa Blanca que no incluya un triunfo en Pennsylvania. En resumen, Pennsylvania es un poco la estrella de la semana. No sólo nos importa porque es la única opción de Trump, sino porque una victoria que Biden que no incluya llevarse los electores de este estado, dejaría un colegio electoral con 270 demócratas versus 268 republicanos, un combo explosivo si dejamos los números y miramos a la sociedad.
Estados Unidos “exporta democracia” pero, ¿y por casa cómo andamos?
¿Por qué decimos que una victoria ajustada (270 vs 268) de Biden es un potencial problema político grave para Estados Unidos? Porque, siguiendo la línea que maneja hace meses, el presidente Trump viene bombardeando la elección con acusaciones de fraude (sí, como lees, el partido en el poder denuncia la posibilidad de fraude. Me pregunto si al macrismo le suena este temita…). De hecho, Donald ya anunció su intención de pedir recuento en Wisconsin (uno de los poquísimos estados cuyo voto cambio de republicano a demócrata en esta elección) y de acudir a la justicia para detener el conteo en Pennsylvania. Si, otra vez este bendito estado.
¿Qué pasa en Pennsylvania che? Al momento, con el 88% escrutado, Trump va ganando por 51% a 47.1%. Te preguntarás qué le preocupa tanto si esto es así. Bueno, los votos que faltan son votos por correo (sí, en Estados Unidos podés votar por correo con anticipación) y de algunos distritos que se descuenta son de mayoría demócrata. Así es, parece que el tío Donald quiere que se cuente hasta a donde a él le gusta. Si esto te parece polémico, seguí leyendo un poco más.
Si te copa la democracia, y también te gusta un poco la sensación de indignación, te cuento otros datos que son al menos llamativos del proceso electoral estadunidense en general, y de este en particular. Por empezar, votan en día martes, que no es convertido en feriado. Así es, te las tenés que arreglar para ir a votar y cumplir con tu trabajo a la vez. Como el voto no es obligatorio, el Estado no te empadrona automáticamente: aparecer en el padrón es una responsabilidad de cada une. Como si esto no alcanzara, el Partido Republicano está en campaña activa para poder invalidar todos los votos por correo que las cortes estatales les permitan. Saben que esos votos anticipados son mayoritariamente demócratas, así que cuantos más tachen, mejor. Otra: están circulando versiones de que el correo habría extraviado, de mínima, 100.000 votos. ¿Y la frutilla del postre? Trump pasó de proclamarse ganador anoche, a denunciar que “están apareciendo votos de Biden por todos lados”. Parece que el acto de votar por el Partido Demócrata es un ataque a la democracia. Así como lees, el país que exporta democracia por el mundo a los tiros, anda con algunos problemitas domésticos. En fin, la hipocresía.
Y entonces, ¿por qué nos importa tanto el resultado de la elección?
Si llegaste hasta acá y más o menos seguiste este resumen a las corridas, quizás estés para preguntar ¿y qué carajo me importa todo esto? Bueno, en primer lugar, si más o menos nos parece bien que haya democracia en la mayor cantidad posible de países, el riesgo de que Trump esté a punto de romperla en su país porque sencillamente no le gusta perder, podría ser una razón inicial. A escala regional, bien sabemos que las decisiones de Washington nos afectan en múltiples niveles: por un lado, el cambio en la tasa de interés de la Reserva Federal puede causar estragos en nuestras frágiles (por elegir un adjetivo suave) economías; por otro lado, el intervencionismo yanqui vía el Departamento de Estado (o la OEA…) puede aún hoy ayudar a eyectas gobiernos latinos legítimos; y por último, pero no menos importante, la importancia que el gobierno norteamericano de turno le dé a su “patio trasero” puede dañar severamente la nunca concretada autonomía de nuestras naciones sudacas. Y, si pensamos a nivel global, la permanencia de Trump en la Casa Blanca por vías non sanctas resultaría en un fuerte espaldarazo para los no pocos líderes mundiales que sueñan el futuro de sus países como una distopía ultraconservadora, fanática y antidemocrática (pensemos en los Bolsonaros, los Abascales, los Le Penn, y sigue la lista). Por todo esto, y por varias cositas más, no puede sernos indiferente la resolución de este loco juego del país del norte.
Llegades hasta acá, y para terminar, hacemos el disclaimer de que una victoria (y efectiva asunción) de Biden tampoco es la panacea de la humanidad. Pero creo, con temor de ser un poco ingenuo o conformista, que ante las amenazas que nos azotan como región y como humanidad, flaco favor sería que los Estados Unidos termine de romper su ya controversial sistema democrático. María Esperanza Casullo cuenta acá que la preocupa la creciente “desafección democrática” de las elites económicas y políticas. Si tiene razón, y a quienes deciden nuestros destinos les importa cada vez menos la cuestión democrática, un quiebre institucional en Estados Unidos puede sentar un precedente nefasto. En tal estado de cosas, sólo se me ocurre pensar: 2020, ¿por qué eres así?
BONUS TRACK DEL BIEN
En medio de todo este barro del horror, un datazo: Sarah McBride se convirtió en esta elección la primera persona trans en ser electa Senadora Estatal (esto sería el equivalente del Senado de una provincia). La candidata demócrata para el Senado de Delaware festejó su victoria declarando “Espero que esta noche le muestre a une niñe LGBTQ que nuestra democracia es lo suficientemente grande para elles también”.
Notas al pie:
Añadir comentario