“El Buen Vivir plantea un tipo de producción en el cual la concentración de la tierra no tiene lugar”

Por Círculo Ecuador

Vero Azpiroz Cleñan es politóloga, doctoranda en Salud colectiva, y forma parte del Tejido de Profesionales Indígenas. Nuestro diálogo con ella intentó encontrar maneras de repensar este contexto de pandemia, e incluir en los debates- que estamos entre todes construyendo para imaginar éste presente-futuro- su mirada como mujer mapuche feminista.  

“La pandemia evidenció lo insustentable del modelo de producción capitalista, depredador. El Buen Vivir plantea un tipo de producción en el cual la acumulación no tenga lugar y la concentración de la tierra tampoco”, nos cuenta. Y agrega: “el momento evidencia que es necesaria la desaceleración del crecimiento económico”. 

Para pensar cómo se ven afectadas las comunidades mapuches, y en específico las mujeres de esas comunidades en este contexto de pandemia, Vero nos propone “una distinción entre cuatro situaciones”. Así podemos identificar primero al “mapuche rural hablante de lengua materna” del que es “no hablante”; luego podemos pensar en les “mapuches urbanas bilingües que participen de una organización indígena”, y por último en les “mapuches urbanas mono-parlantes castellanas sin organización comunitaria”.  

Ante esto, nos seguimos enfrentando a las dificultades que presenta “la estructura del Estado mono-parlante castellano que no implementa políticas con enfoque de derechos colectivos y lingüísticos”, “los medios de comunicación monopólicos que presentan lo indígena como atrasado”, “la educación de gestión privada financiando desde el Estado a la educación católica”, y “el sistema público de salud biomédico que no brinda otro tipo de servicios como las medicinas tradicionales indígenas”.  

Si bien las comunidades originarias, entre ellas la Mapuche, históricamente plantean la necesidad de desarrollar formas de vida sustentables en equilibrio con la tierra y las diversas identidades y culturas, poco de ello parece estar hoy presente en este debate hacia una post-pandemia. Ante esto, Azpiroz Cleñan (sorteando las dificultades que nos implica la comunicación virtual) nos indica que “no hay posibilidad de vida sustentable en el despojo territorial. Sin territorio la vida urbana es un destino no querido: no es una opción”.  “No se puede ser sustentable en la Ciudad si depende del salario, de alimentos agroindustriales y con consumo de energía contaminante y dependiente”, agrega Vero.

En este contexto, aparecen otros modos de producir y de consumir que vienen siendo propuestos por las comunidades históricamente: “La producción de alimentos agroecológicos demuestra que mantiene a los cuerpos mejor preparadxs para resistir los virus”, al mismo tiempo que “la resistencia a los antibióticos en los cuerpos se debe al tipo de alimentación”. Por lo cual “mejorar los sistemas productivos agrobiodiversos es un equilibrio sistémico es necesario como humanidad, no como pueblos originarios”. 

¿Cómo pensar los porvenires desde los Feminismos latinoamericanos? “Estamos en proceso, no está aún instalado el feminismo decolonial fuertemente”, nos advierte Vero al comenzar esta reflexión. “El desafío del feminismo argentino es hacer una lectura histórica desde dónde viene el patriarcado y reconocer las múltiples formas que tienen las mujeres indígenas de vivir el amor, la sexualidad, el género, las violencias sobre el territorio”, invita. Al tiempo que nos deja una última reflexión, que no es más que otra de las deudas que venimos transitando, acumulando: “reconocer que fuimos las mujeres mapuches las primeras víctimas de violencia al ser apresadas, violadas, abusadas y tomadas como sirvientas por el ejército argentino”. Una memoria del horror que hemos transitado, pero que busque en el recuerdo de aquellas mujeres la posibilidad de su liberación pasada, presente y futura.   

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