Foto de portada: Charo Larisgoitia
Y finalmente pasó, tras tanta persecución y acciones judiciales, tanto intento de desprestigio y demonización acumulados, vuelve. A decir verdad, cual Troilo, nunca se había ido. Pero en este caso, vuelve al Ejecutivo Nacional, y eso sí que es un acontecimiento trascendental para la política argentina. Quien fuera dos veces Presidenta, es elegida cuatro años después como Vice, siendo sin dudas una de las poquísimas ocasiones en que la dupla ejecutiva atrae tanta atención en partes iguales. Es Alberto, pero es sin dudas también Cristina.
Esta situación nos permite repensar el rol de la Conducción dentro del Movimiento Peronista, algo tantas veces debatido. Sin dudas el fundador de la doctrina, Juan Perón, dejó mucho escrito al respecto. Pero en la actualización política y doctrinaria necesaria en este nuevo siglo, hay un punto que Perón no consideró y que amerita nuestra especial atención: la condición dual de la conducción.Para evitar las confusiones y operaciones que intentará instalar la alianza opositora que en esta elección ha quedado claramente delimitada, pero también para renovar la manera en que entendemos se debe conducir en/la política.

Quizás la herramienta conceptual y vital que pueda ayudarnos en esta encrucijada sean los feminismos populares que se vienen construyendo en nuestro país y el continente. Nos permiten repensar nuevos modos de construcción política, social, que se alejen de la estructura patriarcal que por tantos años dominó la escena. Ésa que supone el verticalismo, la obediencia, el rosqueo, la pelea por el poder. Que impuso una visión donde el/un hombre conduce, y el resto acompaña. Desde una lógica de caudillos, donde se ocultaban las tramas que permitían esa conducción.
En nuestra tradición política se ha construido una herencia que parte del espíritu sanmartiniano y que se apoya en Rosas y Perón, como línea histórica de conducción y organización popular. Esas referencias construyen un linaje que nos permite pensarnos como modelo de Nación, enfrentada a la oligárquica que intentan imponer los sectores antipopulares de dentro y fuera. Pero es justamente esta construcción la que en su modelo de hombre conductor, desdibujó por mucho tiempo a las compañeras que fueron fundamentales para consolidar aquellas conquistas: Encarnación Ezcurra y Eva Perón. Ligado al lugar negado para las mujeres en nuestras sociedades, se les asignaron vías siempre más espirituales en su acompañamiento al conductor. Y esto en la escala de valores patriarcales, siempre fue visto como una instancia inferior. No así desde las clases populares, que aún hoy se ven conmovidas por aquellas mujeres que rompieron el modelo que les era asignado.
En estos tiempos, fueron Néstor y Cristina quienes recuperaron aquella tradición, y se constituyeron no en meras figuras políticas de coyuntura, sino que expresaron una conducción histórica que marcó y nos sigue marcando un camino, una herencia. El ser kirchnerista sigue en expansión y disputa, aún hoy cuando ya se piensa podría ser desplazado por nuevos afluentes dentro del Movimiento. Creo que esto es errado: más allá de la ampliación que significa el Frente de Todes, el kirchnerismo es la actualización doctrinaria que revitalizó al peronismo, y por ende será expresión de poder popular y construcción político-conceptual de larga data.
Con estos ejemplos, más que intentar recuperar la idea de parejas heterosexuales en el poder o el lugar del varón y la mujer, buscamos reflexionar en torno a una de las facetas menos trabajadas de la Conducción política: su carácter dual. Es la historia la que nos demuestra que en los procesos históricos fue la construcción de una conducción dual la que permitió los mayores avances para el campo popular. La que significó la posibilidad de accionar como pares para encarar la conducción, repartiendo y construyendo el ejercicio del poder en un equilibrio que potencia a las partes que la conforman. Ésto no sólo pensando en la alternancia en la representación institucional, sino en la posibilidad de encarar distintas tareas y representaciones asignadas. Pudiendo así cubrir un espectro mayor apoyados en los idearios y características de cada une.

Cristina ha explicitado algo de todo esto en su libro Sinceramente. «En retrospectiva, imagino que después de la muerte de Néstor tendría que haber pensado en alguien para cubrir la parte que hacía él con el peronismo, con el PJ, con los dirigentes. Tal vez a mí me faltó todo lo que me aportaba él y eso no me permitió ver ciertas cosas en la construcción política», indica. En aquella dualidad en la conducción, él encarnaba la representación de un sector siempre complejo, que se fue alejando de Cristina, y que incluso apostó por la finalización de su ciclo.
Es éste entonces el valor que cobra la elección de Alberto para encabezar la fórmula presidencial. Justamente él parece quien mejor puede encarar la tarea de articular con los sectores más tradicionales del movimiento. Encontramos allí su mayor virtud: la posibilidad de encarnar el «nestornismo», corriente interna del kirchnerismo que por mucho tiempo quedó trunca, ante quienes quisieron ocuparla cometiendo el peor de los dislates: construir un Néstor bueno al mismo tiempo que una Cristina mala. Con su visión conservadora y patriarcal, pretendían separar una unidad sumamente necesaria. Desde otra perspectiva, fue algo que incluso no pudimos ver en los últimos años del kirchnerismo en el poder y en la resistencia, donde creció y se consolidó el «cristinismo», pero fue quedando de lado aquella tarea fundamental que Néstor desarrolló. Nos parece sin embargo fundamental remarcar que Cristina sigue consolidando el lazo con las juventudes, el movimiento feminista, y los sectores progresistas y de izquierdas que la toman como referenta. Es quien está en condiciones de conducir a los sectores más dinámicos de la sociedad, un desafío mayúsculo en esta coyuntura de creciente movilización por fuera de las estructuras tradicionales de poder. Y una herencia también de estas mujeres que han estado siempre palmo a palmo junto al Pueblo.
Es por todo esto que estamos ante la posibilidad de una «renovación» en la conducción del Movimiento, en tanto seamos capaces de comprender que es la dupla gobernante la que puede encarnarla. En tanto los sectores que apuestan por el presidente electo no construyan un «albertismo» para lograr su cometido de opacar a Cristina. En tanto quede claro que las dificultades que enfrentamos necesitan realmente que éste sea un gobierno de todes y para todes. Y en tanto seamos capaces de reconocer el gesto político fundamental que tomó hace unos meses la hoy Vicepresidenta electa, que desprendiéndose de una consideración patriarcal del poder, cedió su lugar apostando a la construcción colectiva y solidaria. Un ejemplo claro de los nuevos paradigmas que los feminismos populares nos presentan día a día, y que nos van atravesando, incluso cuando no terminamos de darnos cuenta. Son lógicas de existencia que pueden brindarnos las claves para un futuro de emancipación. La única apuesta válida hacia un movimiento (pluri)nacional, popular, democrático y feminista.
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